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martes, 23 de diciembre de 2008

No está muerto...

Durante estos días navideños no voy a continuar con las traducciones de material americano así que os intentaré colgar algunos pequeños extras que tengo desde hace algún tiempo a medio preparar. Además, así, os doy tiempo para que votéis en la encuesta del margen izquierdo sobre qué tipo de información de Eberron os apetece más que traduzca.

Hoy, os dejo una historia que escribí relativa a un encuentro que tuvieron los personajes de mi grupo en la partida de Eberron que dirijo. El grupo viajó hasta Corona de Dragón, al norte de Breland, en busca de unas plantas necesarias para efectuar un ritual que liberaría a un amigo de una maldición pero al llegar allí se encontraron con que el pueblo estaba vacío y con que varias casas habían sido quemadas.

Tras investigar descubrieron que un grupo de adoradores del Dragón Inferior había secuestrado a los habitantes del pueblo para poder hacer un ritual que liberaría a un Señor del Polvo (o eso creen ellos) de su prisión en el monumento megalítico que da nombre al lugar y que había sido atado por los druidas Cancerberos varios milenios antes.

Liberar a los aldeanos les costó bastante y hubo unas cuantas bajas por el camino (es lo que tienen las situaciones con rehenes) pero finalmente detuvieron el ritual que debía liberar a Yur'dur... Aunque eso no elimina para siempre la amenaza, solo la retrasa.

Espero que os guste

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Durante siglos había yacido encadenado, ajeno al mundo que le rodeaba. Sus cadenas, forjadas en la magia natural le habían impedido percibir siquiera el exterior de su prisión y durante milenios únicamente sus recuerdos le hicieron compañía. Si hubiera sido posible que alguien como él enloqueciera lo hubiera hecho, pero la locura no puede enloquecer.

Una y mil veces intentó liberarse. Trató de todas las formas posibles de romper las cadenas que le ataban, pero no era la piedra lo que le mantenía encerrado, sino los encantamientos que habían tejido a su alrededor y que tras milenios se mantenían incólumes al paso del tiempo.

Finalmente algo cambió. Las cadenas seguían siendo firmes pero poco a poco la conciencia retornó a él y a lo largo de los siglos, de los milenios, fue capaz de expandir su percepción más allá de los muros de su prisión.

El mundo había cambiado en los largos milenios que llevaba encadenado y mucho más cambió durante los largos años y siglos que se sucedieron mientras él observaba y aprendía.

No podía actuar…. todavía… pero su mente viajaba constantemente, de cuerpo en cuerpo, de mente en mente… aprendiendo, comprendiendo cada día mejor lo que movía a las criaturas inferiores. Qué pasiones, qué objetivos, qué sentimientos guiaban sus acciones y, por supuesto, como manipularlos, retorcerlos a su antojo y conseguir que hicieran todo aquello que a él le estaba vedado.

Y allí seguía atrapado, incapaz de moverse en su prisión hasta que nuevamente algo cambió. Una pequeñísima grieta, un resquicio diminuto se había abierto en los muros de su cárcel. Menor aún que el que le había permitido percibir el mundo exterior. Pero bastaba para poder enviar algo más que sus pensamientos fuera de su prisión. Y eso fue suficiente para planear su huida.

Largos años de planificación dieron su fruto una noche de Sypheros. Todo estaba preparado. Las estrellas permitían que el ritual se llevara a cabo. La fuerza de los inocentes corrompería los conjuros y le permitiría alcanzar el suficiente poder como para conseguir su ansiada liberación. Poco a poco notaba como las negras cadenas que le habían aprisionado durante milenios ondulaban, se agitaban y sabía que en poco tiempo conseguiría ser libre.

Pero el ritual se interrumpió. La sangre manó de los inocentes pero el poder no llegó hasta él. Espirales de dolor recorrieron los restos de su cuerpo retorciéndole en agonía pero ese dolor no era nada comparado con la pérdida de la libertad durante tanto tiempo anhelada.

Su menté ser rehizo y exploró el lugar. Debía saber qué había pasado, qué había salido mal, porqué el ritual no había funcionado…

… Y entonces les vio. Unos estúpidos mortales habían interrumpido su ritual y asesinado a los oficiantes. Trece veces les maldijo en todas las lenguas conocidas y grabó sus rostros y su esencia en lo más profundo de su negro corazón. Volverían a verse las caras…. muy pronto.

Ya que no está muerto aquel que puede yacer eternamente…

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